martes, 29 de junio de 2010

Jubilación de Dña. Conchi


JUBILACIÓN DE CONCHI MARTÍNEZ

23 de julio de 2010: Paco Cabrera

Estimado profesorado, querida familia, y de una forma especial, querida cuñada Conchi:

Si nos ponemos a investigar, hoy lo es bastante fácil, a buscar efemérides para cualquier día y para cualquier año, nos adentraríamos en 1950, un 30 de mayo, día de san Fernando, de ahí lo de Concepción Fernanda. Nace en Pozoblanco una preciosa niña, hija de Juan Martínez (el de los cartuchos) y de Catalina García (la hija de Uldarico). Es la segunda de su casa, primero Pepita, luego ella, después nacería Mari Carmen.

Tuve el gusto de conocerte, no sé si te acuerdas, en la Academia que tu tío, don Fernando Martínez, tenía en Cantarranas. Una niña, viva, agradable, con cierta dosis de genio, coqueta, lo que es una niña de buen ver.

Iniciaste tus estudios en el Colegio de la Inmaculada, primero párvulos (así se llamaba), ahora se dice Educación Infantil, (hemos progresado filológicamente), después los primarios y el Bachillerato, y también la carrera de Magisterio, creo que en los tiempos de Sor María Amor, para luego examinarte en Princesa en Madrid. Llamamos Princesa al colegio central que tienen las Madres Concepcionistas en Madrid en la calle Princesa. (No sé si todo lo que te digo es más o menos cierto, pues lo digo de memoria remontándonos a más de medio siglo, y no he querido preguntarte para que no supieras que iba ser tu cuñado quien actuara de portavoz en nombre de todos los compañeros). Yo, que era alumno de Salesianos, conocía un poco todo este tipo de cosas, pues nos gustaba relacionarlos con las alumnas del colegio paralelo al nuestro. La Inmaculada era sólo femenino y Salesianos sólo masculino.
Te casaste con mi hermano Diego, el 27 de junio de 1972, ¡qué suerte para los dos! El Señor os concedió cinco hijos: Juan Diego, Francisco, Conchita, Ángel y Jesús. La familia fue creciendo, dos nuevos hijos: Rosario y Francisco José, también un nieto, Pablo. ¡Qué buenas experiencias da la familia numerosa! ¡Cómo te habrá ayudado día a día ante la problemática de tus alumnos! Has sabido aprovechar tu experiencia de familia como un hermoso telón de fondo para el aula.

Te hiciste maestra, una bella profesión si llevas dentro ese carisma, aunque en un principio lo hiciste obligada por tu padre que no te dejaba estudiar fuera de Pozoblanco, y me consta, por trabajar juntos, que sí lo llevas. Compensa mucho, soy testigo, el ver como cada vez que cedes tu tiempo a favor de los alumnos, encuentras la satisfacción de que lo hecho, bien hecho está. Esto no se paga con nóminas, aunque no llevaran el 5%, no necesita ser pagado, porque tu interior se siente colmado y lleno de alegría.

Trabajabas en los tiempos que no había horario, hoy me estoy más rato porque mis alumnos lo necesitan y me agrada hacerlo, no importa el día de la semana. Los tiempos en que sólo había pizarra y tiza y algún que otro gastado mapa. Los tiempos del cuaderno de rotación, donde cada día un alumno distinto hacía sus trabajos para quedar constancia de lo realizado. Los tiempos en que la puerta del aula estaba cerrada, sin interferencias de lo que hoy llamamos Comunidad Educativa. De vez en cuando venía el Sr. Inspector, y digo Sr. Inspector, pedía permiso, preguntaba a los alumnos, tú te ponías un poco nervioso, pero al final decía: “Sigue así, ¡todo va bien! Los tiempos del bollo con chocolate para pasar la tarde en el Arroyo Santa María o el Molino el Cubo. Los tiempos del manojo de espárragos o el pollo del campo, que a veces te lo regalaban vivo, ¡para mi maestro! Tiempo de poco sueldo, pero compensado de cariño. Trabajas a gusto, sufrías y gozabas con tus alumnos.

Hoy ha cambiado, y, ¡de qué manera!, la enseñanza de los años sesenta. ¡Cómo avanza la Ciencia! ¡Cómo avanza la sociedad! No ha sido siempre bueno este avance en la enseñanza. Tú has sabido verlo todo, escucharlo todo y quedarte con lo mejor. Ha sido un proceso de muchos años de los cuales todavía estás aprendiendo.

He visto cómo has pasado de maestra a madre-maestra, cómo has hecho tuyos los problemas de tus alumnos, cómo ha evolucionado tu carácter y tu forma de estar en la escuela, que no es posible aprenderlo en un manual de pedagogía sino que es un regalo que Dios da al hacer de cada día. Te dolían sus problemas, porque nuestra propia vida nos muestra a veces el dolor, y así es más fácil comprender.

Pasaste por varios destinos, Colegio Crisanto Luna Rivera (con nuestro querido don Juan de Torres), Colegio en Cardeña, Virgen de Luna, Ginés de Sepúlveda (pasando el “traguito” de directora). En todos hay huella de doña Conchi. Y si no, que pregunten.

Estuvimos juntos una tarde de verano en la Delegación de Córdoba. Allí decidimos una nueva aventura, junto a Bárbara y Pedro Cerezo. No sé Belén si estarías allí. Nos embarcamos en un Centro de Medias (hablamos de Enseñanza), el IES “Antonio María Calero”. Allí empezamos un 1 de septiembre, era el año 1998.

Para mí fue desde luego una aventura de grandes dimensiones, tuve que cambiar de un plumazo mi estilo pedagógico. Me costó lo suyo hasta que más o menos me adapté. Imagino que lo vivirías más o menos igual.

Te hemos visto contenta, dispuesta a cualquier actividad del Centro. Pero, ¿cómo te han visto tus alumnos? ¿Tienen anécdotas que contar?


Alumnos de Bachillerato sin firma:

Nuestra experiencia ha sido inolvidable, puesto que es una persona agradable y nos hacía unas clases muy amenas a la vez que aprendíamos mucho, tanto de tipo académico como personal.
Continuamente nos contaba anécdotas de su vida y lo pasábamos muy bien. A la vez que nos explicaba, nos contaba experiencias de su vida personal, que resultaban muy graciosas.
Es una persona que nos tenía mucho aprecio y siempre se acordaba de nosotros, y lo demostró un día de su cumpleaños que nos trajo un detallito. Y con estos detalles, nos demostró mucho, por eso le tenemos mucho aprecio y cariño. Y además, aunque haya pasado el tiempo, nos lo sigue demostrando.

Alumnos de 4º de ESO:

“Me acuerdo cuando doña Conchi te dejaba caer la mano en la cabeza y, con todos los anillos que tenía, te dolía un buen rato”.

“Siempre iba con sus tacones y su sonrisa”.

“También recuerdo todas las historias que nos contaba de su familia, y en especial, aquellas que se le caía la baba al hablar de su nieto Pablito”.


José Ángel y Marisa:

La entrada

Me acuerdo de tantas mañanas en las que todos esperábamos de pie detrás de nuestros pupitres su entrada, llena de elegancia. Y, tras una simpática sonrisa, nos daba los buenos días y mandaba sentarnos, para comenzar después sus magistrales clases y entretenidas historias.

La caída

Otro de los momentos inolvidables para todos, ocurrió hace ya algún tiempo, cuando ella bajando las escaleras, con su habitual clase, tuvo un pequeño percance. Nunca olvidaremos el instante en el que uno de sus tacones le falló, y en un abrir y cerrar de ojos, doña Conchi rodó hacia el suelo con una velocidad de vértigo. Aunque nos llevamos un buen susto, ella se levantó sobre su propio pie y todo quedó como una graciosa anécdota.


Fiesta de cumpleaños


Apareció un 30 de mayo con su habitual cara de felicidad, con el bolso cargado de polos y gominolas. Ese día nos invitaba y nos contaba sus divertidas anécdotas.

Jesús y Visi:

Cuando estábamos en su tutoría en 1º de ESO le preparamos una fiesta en la clase, y le gustó mucho. Como sabíamos que le gusta arreglarse y está siempre con sus cremitas le regalamos una de masajes de baño y arreglo de la cara. Le encantó. Era su cumpleaños. ¡Qué buena clase con ella con chucherías, refrescos y polos!

Alumnos de 2º ESO:

Isabel María Arévalo:

Un día, cuando comenzó la clase y nos mandó repasar nos pusimos a hablar. Ella estaba al final de la clase y gritó: ¡Eh! ¡Que estoy aquí! ¡Que aunque sea bajita tengo tacones!

Alumnos de 1º ESO:

Isabel Moreno Leal:

Doña Conchi para mí es una persona agradable con la que puedes estar sin problemas, a la que puedes contar todo. Aunque no he estado mucho con ella, me llevo muy buenas cosas suyas.
Me acuerdo de que a las personas que son bajitas les dice que se tienen que poner tacones como ella para que estén más altas.

Ana Federica:

Tiene algo especial, como si en las clases nos transmitiera bondad además de enseñarnos cosas. Cuando llega a clase, abre la puerta y entramos. Ya nos enseña algo (modales), nos dice que nos que nos quedemos de pie y luego nos sentamos. Cuando se pone a explicar lo hace con anécdotas de su vida y esa cara que pone cuando las cuenta, como algo que dice desde su corazón.



Gema Torres:

Me acuerdo de cuando doña Conchi decía: “Marta quítate el flequillo de la cara que con lo guapa que eres no ves con ese ojo”. Y Marta decía: “No, no”. Doña Conchi seguía diciendo: “Ponte una pinza, ponte una pinza”. Pero ella no quería.

Manuel Jesús Hinojosa:

Me acuerdo de doña Conchi, porque es simpática y buena profesora. Sus clases me encantan, te mezcla el tema con anécdotas de su vida. Su forma de ser. Le gusta ir guapa casi siempre. Es una de las profesoras más queridas del Instituto. Como sus famosos anillos parecen piedras, nos decía: “El que se porte mal, ¡pum!, o también cuando alguien estaba mal sentado decía que le iba a poner la silla en la cabeza.

Alexandra Bianca:

La echaremos mucho de menos.

Marta Cangas:

Para mí es una profesora fabulosa y siempre la voy a tener en el corazón.

Raquel López:

Es la mejor cuenta-cuentos porque explica super-bien.



Jonathan Montes:

Una vez que a Agustín le dolía la barriga porque tenía hambre, se lo contó a doña Conchi y ella le dio dinero para que se comprara un zumo o un dulce, para que se le quitara el dolor. Se lo comió y se le quitó el dolor.


Podrían haber seguido hablando tus alumnos, han dicho muchas más cosas, pero como muestra es suficiente para no alargar demasiado.

Han sido muchos años dedicados a la enseñanza, no sé cuántos, no te lo he querido preguntar. Hoy acaba tu labor como docente, con nosotros, en tu “Antonio María Calero”. Queda un hueco, una señal, un estilo. El hueco, académicamente será rellenado por otro compañero o compañera, tu estilo y tu señal, no. Ahí quedaron los de Pedro y Bárbara, y seguirán quedando los de tantos queridos compañeros que dedicaron parte de su vida a esta pequeña parcela.


Aunque acabe tu labor como docente, tu labor como persona entregada a un ideal y unos sentimientos no acabará jamás. ¿Sabías Conchi que el corazón del hombre es mayor que el cosmos? ¿Que nunca se llena? Cuando se reparte una herencia, ésta se fragmenta y se divide, con el corazón no pasa eso. Mientras más da, más se ensancha, en términos matemáticos, crece en progresión geométrica. Vive en tus creencias, sé que ellas te invitan a seguir haciendo mucho bien, no te encierres, abre tu corazón y da de ti hasta el final.
Tienes una familia, muchas personas que te queremos y a nuestro alrededor hay mucha gente que necesita sentirse querida.


Me gusta cerrar con unos versos, son muy pobres (no tengo esa gracia), pero sí tienen parte de mi corazón, y sé que del tuyo. Sólo han sido publicados en ese nuevo libro que se llama “ordenador”, pero hoy los saco de esa pequeña cárcel, para que los tengas para ti
Se los dediqué a los compañeros que terminamos Magisterio, el año 1966 en la Escuela “Fernando III el Santo” de Córdoba, algo preocupado por los cambios que venían en la enseñanza.


Yo quisiera ser maestro.
Enseñar la luz, el aire,
las flores, los ríos, contento.
Enseñar en ese prado,
donde corre el agua,
donde silba el viento,
donde nacen flores,
donde hay sentimientos.
Quisiera llegar cantando,
con el corazón abierto,
abierto a todos los campos,
abonados o desérticos,
pero con almas de niños,
con mucho calor adentro.

Pero hoy el hombre no quiere,
que en la escuela sople el viento,
que la luz de la mañana,
se apaga a cada momento,
que aunque oscurece la tarde,
la escuela sigue en silencio.

Me gustan mucho los niños.
Yo quisiera ser maestro.

Felicidades Conchi. Enhorabuena Diego.


Tus compañeros y amigos te desean lo mejor en esta nueva etapa de tu vida.

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