El pasado jueves día 12 de junio, víspera de la festividad de San Antonio de Padua, el profesor del Departamento de Geografía e Historia del IES Antonio María Calero don José Luis González Peralbo impartió, en la sede de la asociación Piedra y Cal, ante una concurrida asistencia que llenaba el local, la conferencia titulada Santa Marta y San Antonio. Aproximación histórica a la ermita.
La intervención del profesor, complementada con gran profusión de imágenes y planos tanto de la ermita citada como de otras de la localidad, fue seguida de una disertación a cargo del arquitecto don José Luis Amor Trucios sobre el proceso que requiere un edificio para catalogarlo como bien patrimonial.
El profesor González Peralbo inició su comunicación con una alusión a la escasez de estudios existentes sobre el rico patrimonio que integran el conjunto de ermitas de la localidad, carencia que achacó a dos factores fundamentales: la destrucción o desaparición en la localidad del cuerpo documental anterior al siglo XVII, tanto a nivel religioso como civil, que impide remontarse a la época en la que fueron edificadas la mayoría de estos pequeños templos; y en segundo lugar, a una especie de complejo de inferioridad asumido por sus habitantes sobre el supuesto escaso valor artístico-patrimonial de estas ermitas, aunque este complejo se va superando lenta y afortunadamente.
A continuación se refirió de una forma general, a manera de introducción, a las siete ermitas y oratorios históricos de la villa, a sus advocaciones y titulares, al estilo arquitectónico y artístico, su ubicación geográfica, la propiedad o disfrute compartido de algunas de ellas entre varias localidades y a la pretendida o supuesta antigüedad de varias de ellas.
El conferenciante pasó entonces a disertar sobre la ermita de Santa Marta y San Antonio aunque se disculpó por no poder abarcar al conjunto de ermitas de la ciudad como había sido su propósito, dado el limitado tiempo disponible para la intervención.
Trató en principio sobre el emplazamiento de la ermita y sus características artísticas y arquitectónicas.
Hizo alusión a su pretendida antigüedad, reflejada en algunas fuentes y obras sobre el particular, así como al calvario existente en la parte posterior de la ermita desde el siglo XVII.
Aludió a la escasez de noticias en los archivos municipales sobre obras y reparaciones efectuadas en el edificio durante los siglos precedentes señalando las más importantes y las circunstancias en que fueron afrontadas.
Aportó noticias novedosas sobre antiguos santeros, obreros-administradores y patronos de esta ermita, desde el XVII al XIX, al igual que la pretensión en la centuria decimonónica de convertirla por dos veces en capilla del nuevo cementerio que se estaba proyectando.
Terminó el recorrido puramente histórico reseñando los avatares sufridos por el edificio en el siglo XX, especialmente durante la guerra civil y los inmediatos años posteriores.
El conferenciante aprovechó para introducir algunas notas didácticas sobre los personajes bajo cuya advocación está la ermita, aludiendo tanto a sus biografías como a la representación iconográfica que los acompaña así como a otras cuestiones curiosas y poco conocidas para el público en general. También introdujo algunos apuntes sobre las imágenes que han tenido cobijo en la ermita, la mayor parte de ellas ya desaparecidas.
La parte final de la conferencia la dedicó a lo sucedido con el edificio en los últimos años y a llamar la atención, del público en general y de las autoridades civiles y eclesiásticas en particular, sobre el lamentable estado en que se encuentra actualmente el inmueble y la necesidad de una intervención inmediata para impedir su definitiva destrucción y desaparición.
Explicó detenidamente los fallidos proyectos de reforma integral de la ermita según sucesivos planes y bajo distintos proyectos técnicos, memorias y presupuestos concretos desde el año 1986 hasta la actualidad y cómo se han sucedido desde entonces varios alcaldes, distintos obispos y diversos hermanos mayores de la cofradía de San Antonio sin que haya sido posible ponerlos de acuerdo para acometer la urgente reparación de la ermita, condenada a una degradación gradual que supone una vergüenza mayúscula para todos los pozoalbenses y para quienes visitan la localidad, más aún tratándose de un edificio catalogado como bien cultural protegido.
Recordó que los últimos daños sufridos por la ermita han obligado a cerrarla completamente a cualquier tipo de culto o actividad y también a trasladar las imágenes de los titulares y otras más hasta la parroquia de Santa Catalina donde pacientemente esperan regresar a su querido hogar cuanto antes.
El profesor José Luis González Peralbo concluyó su disertación con unas bellas alusiones, sobre las ermitas en general y la ermita de Santa Marta y San Antonio en particular, procedentes de una obra de referencia de la que es autor el añorado cronista de la ciudad don Andrés Muñoz Calero.
LEER TEXTO COMPLETO DE LA CONFERENCIA
SANTA MARTA Y SAN ANTONIO. APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA ERMITA Y SU FUTURA CATALOGACIÓN COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL
José Luis González Peralbo
Sede de Piedra y Cal. Pozoblanco, 12 de Junio de 2008
(Texto íntegro de la conferencia)
Buenas noches. Voy a comenzar la intervención dando las gracias a mi amigo Antonio Fermín, por su amable presentación, y a todos los presentes que con su asistencia honran a esta asociación Piedra y Cal, de la que formo parte. Como miembro de la directiva también aprovecho para agradecer la desinteresada participación y colaboración ofrecida por don José Luis Amor Trucios con quien voy a compartir la conferencia. Primero haré una introducción a las ermitas en general y luego me centraré en la de San Antonio.
La comarca de los Pedroches no ha sido una zona especialmente favorecida en lo que respecta al estudio o investigación de sus monumentos religiosos. En demasiadas ocasiones la razón fundamental de esta parquedad ha sido la lamentable ausencia de un legado documental, tanto civil como eclesiástico, anterior a mediados del siglo XVI, documentación desaparecida por muy distintas causas y en diferentes fechas, algunas de mucha antigüedad. Estas carencias han empujado a los especialistas a centrar sus investigaciones en otros lugares más fructíferos.
En el caso de Pozoblanco, que es el de otras muchas localidades vecinas, el archivo municipal sólo proporciona documentos a partir de las dos últimas décadas del siglo XVI y se reducen a unos cuantos libros de protocolos notariales, aunque a partir de entonces las series están bastante completas. En cambio, la documentación municipal propiamente dicha comienza ya avanzado el siglo XVII y prosigue con enormes carencias y lagunas. Dado que la mayoría de las edificaciones religiosas pozoalbenses tuvieron su origen en fecha anterior a la época de la documentación referida resulta evidente la dificultad que entraña realizar un estudio riguroso sobre la génesis de las mismas.
Pero la escasez de documentación no justifica por sí sola la ignorancia que hemos mantenido durante tanto tiempo sobre este asunto. Hay un segundo factor, más importante si cabe dado que atañe más a la disposición mental que a la material, que es achacable casi en exclusiva a los nativos de esta tierra, y que ha supuesto un obstáculo casi insuperable al enfrentarse al estudio de esta materia: los propios habitantes de la zona han entendido y asumido que Los Pedroches no disponían, salvo casos excepcionales, de ejemplos dignos de parangonarse con otras áreas geográficas, próximas o distantes. La única excepción a esta situación la constituye la mal denominada catedral de la sierra en Hinojosa cuya categoría, más gráfica y mediáticamente que otra cosa, ha conseguido calar en la opinión popular al contrario de lo ocurrido con otras magníficas iglesias tales como la parroquiales de Dos Torres, Pedroche, Torrecampo y, en otro ámbito cronológico y arquitectónico, la de Pozoblanco.
El mismo vicario de Pozoblanco, Bartolomé Herruzo Delgado en el lejano año de 1786 es buen ejemplo de esta inferioridad asumida cuando afirma en un memorial que …hay en esta Villa además de su iglesia Parroquial y la de dicho Hospital cinco ermitas, la una con la advocación de Jesús a la Columna, otra con la de San Bartolomé, otra con la de San Sebastián, otra con la de San Gregorio, y otra con la de Santa Marta, pero no advierto en todo este territorio otra particularidad digna de noticia, ni que pueda contribuir a la Ilustración…
Por fortuna, en los últimos años esta concepción va cambiando y ha surgido un interés apreciable por analizar, dar a conocer y reivindicar buena parte de este patrimonio monumental de carácter religioso y, en algún caso, civil. Hasta podríamos hablar de cierta rivalidad entre localidades en este afán por mostrar un legado propio que si bien hoy constituye una riqueza cultural desde el punto de vista administrativo estrictamente local no hay que olvidar que en el pasado formó parte de un patrimonio común a todas ellas.
Si puede ser tema de discusión comparativa la categoría monumental y artística de nuestros templos, en cambio en ningún caso podemos negar que Los Pedroches han contado desde siempre con un número muy elevado e inusual de estos edificios religiosos, y en su mayoría los hemos conseguido mantener, en mejores o peores condiciones, hasta nuestros días. Esta pervivencia supone un claro ejemplo de la fuerza que ha tenido siempre en la comarca la tradición, pero también es una muestra de la profunda religiosidad que ha caracterizado a la gente pedrocheña y de su identificación con unos edificios que llevan siglos enraizados en la historia, en el paisaje y en la forma de vida de sus moradores. Por ello precisamente nos resulta tan doloroso y humillante el estado al que ha llegado una ermita tan popular como la de San Antonio.
Las advocaciones religiosas que presiden las numerosas ermitas de Los Pedroches están relacionadas con el culto a la Virgen, a los santos de la corte celestial y al propio Jesucristo. Pero el propósito para erigirlas no fue simplemente de carácter espiritual sino más bien material e interesado en las más de las ocasiones. La vida estaba llena de adversidades y el poder de lo sagrado se antojaba decisivo para superarlas. Era necesario, pues, propiciar la intervención divina y para ello había que contar con los mejores intermediarios y tenerlos alojados y disponibles lo más cerca posible. Es significativo que la mayoría de estos edificios estén bajo la advocación de santos o mártires mediadores.
En cuanto a su estilo formal y artístico predominan la sencillez, el tamaño limitado, los humildes y a veces recios materiales de la tierra empleados –como el granito- , la planta rectangular de una o tres naves, la contenida ornamentación, los reducidos vanos, la utilización como soporte de pilares, columnas y arcos de granito o de ladrillo -bien de medio punto o bien ligeramente apuntados-, la cubierta de par y nudillo -sin olvidar la utilización bastante frecuente de artesonados-, la construcción de espacios de acceso en forma de atrio o pórtico o la simplicidad del mobiliario.
En lo que respecta a la ubicación geográfica, destaca el elevado número de ermitas en descampado aunque es en el propio marco urbano o en lo que fue antaño su extrarradio donde podemos apreciar mayor cantidad de ellas. Entre ambas modalidades existe un apreciable contraste: las que estuvieron situadas fuera de población o en un emplazamiento periurbano, han conseguido mantener su aislamiento y posición exenta de otros edificios pese a haber sido sobrepasadas por el crecimiento de las localidades; en cambio, las puramente urbanas, incluida la iglesia de Santa Catalina, no han podido evitar su asociación con otras edificaciones.
Es también significativa, a nivel comarcal, la costumbre de disponer de algunas ermitas y santuarios compartidos entre varios municipios, pervivencia de los estrechos lazos que mantuvimos durante mucho tiempo en la forma de organizarnos política y económicamente (las Siete Villas, por ejemplo). También es llamativa la reiteración de ciertas advocaciones que están presentes en muchas de las localidades que integran la comarca (por ejemplo las dedicadas a San Sebastián, San Gregorio, San Roque, Jesús Nazareno…).
En lo que se refiere a Pozoblanco el hábitat urbano ha sido absolutamente de tipo concentrado, en un reducido espacio, a lo largo de casi toda su historia. Los únicos vecinos que declaran no vivir en el casco urbano corresponden a propietarios o moradores de las diversas ventas relacionadas geográficamente con la zona de influencia. No existían apenas caseríos en la zona rural y los que había no eran habitados de forma permanente, salvo excepciones.
El plano del casco antiguo es algo irregular y sus principales calles están trazadas en abanico, confluyendo en la zona del ayuntamiento y alrededores.
El barrio más viejo, sin poder determinar exactamente la antigüedad, es el de la zona S.W., comprendida entre el Pozo Viejo, el Ayuntamiento y la Plaza del Cronista, anterior en todo caso al siglo XV.
La zona Sur-Este, emplazada entre el Cerro y el centro de la ciudad actual ya existía en el siglo XVI. También se encontraba urbanizada la zona de prolongación del centro hacia los demás puntos cardinales: hacia el Este (calles de la Fuente de la Izquierda, Andrés Peralbo, Ribera, Santa Marta, Cuartelejo), hacia el Norte (Risquillo, San Gregorio baja, tramo inicial de la calle de la Iglesia) y hacia el Oeste (Castillejo, Cantarranas, calleja del Chivo…).
Para el siglo XVII se hallan edificadas en gran parte las zonas del Oeste (Barrio Alto y Barrio Bajo) y del Este (Morconcillo, Peñascal, Encrucijada…) y se están configurando o ultimando otras situadas en zonas periféricas como la calle Nueva, Pilar, Coronadas…
La centuria del XVIII no aporta grandes novedades en la expansión del callejero.
Durante el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX Pozoblanco adopta el plano que mantendrá hasta el desarrollismo de los años sesenta y siguientes: gran expansión hacia el Oeste (aprovechando los ejidos de esta zona, la desaparición del antiguo cementerio y la desecación de las lagunas existentes), y hacia el Norte (debido a la atracción hacia esa zona que suponen el trazado de la carretera de Andújar a Villanueva de la Serena primero y a la construcción de la línea ferroviaria y estación de tren de comienzos del XX). Estas líneas de expansión siguen siendo las predilectas actualmente por razones de todos conocidas (hospital, centros educativos, parques, construcción residencial de clase acomodada…).
Antes de que fuera villa, Pozoblanco debía contar ya con uno o varios pequeños edificios religiosos. Con toda seguridad la que sería posterior parroquia de Santa Catalina fue uno de ellos y es muy posible que en su origen se tratara de una ermita, situada en uno de los entonces confines de la población, el límite norte. También hay acuerdo casi unánime en incluir las ermitas de Santa Marta, San Bartolomé y San Sebastián en una antigüedad anterior al siglo XVI, pero nadie ha podido aportar hasta ahora pruebas contundentes para esta aseveración. Es más, es frecuente la adjudicación de ese pretendido galardón indistintamente a San Bartolomé y Santa Marta, adjudicación basada fundamentalmente en supuestos criterios arquitectónicos o artísticos, porque si tratamos de pruebas documentales las disponibles hasta el momento incluyen tambien a otros templos como el de Santa Catalina o bien a la ermita de San Sebastián, la primera que se vio sobrepasada por el crecimiento urbano; y desde luego al santuario de la Virgen de Luna en la Jara pues declaraciones de testigos del pleito mantenido con Villanueva por su propiedad a finales del siglo XVII aseveran que su primitivo edificio se levantó al menos dos siglos antes, es decir en la segunda mitad del siglo XV. Y son también los fundamentos documentales precisamente los que nos han permitido descartar de manera definitiva las teorías sobre el origen cronológico de alguna de estas ermitas (la datación adjudicada en la bibliografía al uso a la dedicada a San Gregorio es la que más chirría).
Si sirve de algo para intentar resolver la cuestión de la antigüedad, puedo aportar datos extraídos de los protocolos notariales desde el siglo XVI, la más antigua documentación escrita que se conserva en el municipio, y concretamente en los testamentos es usual, tras referirse a la parroquial, encontrar sistemáticamente una manda consistente en el envío de una cantidad determinada a las ermitas de la villa (generalmente un real); es igualmente frecuente que se citen sus nombres y que éstos aparezcan en un orden establecido, siendo el de San Bartolomé el de la primera ermita citada ¿Significa esto que fue la primera en antigüedad? Es posible.
Quiero aclarar que era mi intención inicial ofrecer una aproximación histórica a todas y cada una de las ermitas existentes en Pozoblanco y con ese propósito había preparado y confeccionado la intervención de hoy. Pero al final he comprendido que era misión imposible tratar de abarcar tanto contenido histórico para exponerlo en un tiempo limitado que además debo compartir. Y hasta los duendes de la imprenta parece que ya habían previsto por su cuenta este recorte puesto que en los medios de información y opinión se ha anunciado una disertación histórica exclusivamente reservada a Santa Marta y San Antonio. Sea pues así.
Vamos ya a centrar la atención en Santa Marta y San Antonio, aunque hago la observación que es de todas las ermitas la que menor base documental histórica ofrece junto con las de San Bartolomé y San Sebastián, precisamente las más antiguas.
SANTA MARTA Y SAN ANTONIO
Se trata de un edificio religioso de notable interés entre todo el conjunto de ermitas pertenecientes a Pozoblanco, representativo de una arquitectura muy propia de la comarca y relacionada con los últimos momentos del medievo.
Ocupa uno de los lugares más elevados del emplazamiento geográfico de la población, en una posición Nor-Oriental.
Presenta fachada de estilo gótico, orientada hacia poniente aunque semioculta por los contrafuertes de un pórtico abovedado. La portada lateral situada en el lado sur es de medio punto, entre contrafuertes, aunque desde hace tiempo la entrada ha sido desplazada. Ambas portadas están labradas en piedra de granito. Una humilde espadaña culmina el pequeño templo.
Su interior es de una sola nave, de cinco tramos, con cuatro arcos de piedra sobre pilares de granito, muy viejos.
Esteban Márquez le adjudica una antigüedad considerable pues la hace datar de finales del siglo XIII, fecha evidentemente más que discutible. El mismo autor apunta la posibilidad de que fuera una sinagoga en su origen, pero documentos de reciente publicación testimonian de forma contundente que en la población no hubo constancia ni noticia alguna sobre judíos ni descendientes de ellos hasta mediados del siglo XVI.
Algunos autores afirman que su Calvario, situado en la parte posterior, se construyó en 1671 y hay quien lo identifica como una obra de mediados del siglo XIX pero personalmente discrepo de tales dataciones y considero debe remontarse a una época anterior según las referencias documentales que he encontrado en protocolos notariales y que señalan la existencia de un vía crucis que desde el casco urbano finalizaba en el mencionado calvario.
Esta ermita tuvo una consideración política y jurídica distinta a la de las demás de la población. Junto con la dedicada a la Virgen de Luna acogía la celebración de reuniones comunes de los concejos de las Siete Villas cuando su celebración y organización concernían a Pozoblanco. Y en los documentos referidos a ella que he manejado de los siglos XVI y XVII siempre la designan como lugar y término común de las Siete Villas, sin adjudicarle propiedad o jurisdicción particular a Pozoblanco sobre la misma. Es un dato a tener en cuenta y demuestra la importancia histórica que tuvo para toda la zona centro-oriental de los Pedroches.
En la documentación del archivo municipal no existen apenas referencias constructivas o de reparación de este edificio en los últimos siglos lo que quizá explique su lamentable estado de conservación actual. Algún autor ha señalado, no obstante, que en la segunda mitad del XVII estaba casi en ruinas, y fue sometida a reformas de consideración tanto en el citado siglo como en el XVIII: por ejemplo, en 1799/1800 los temporales de invierno dañaron de manera muy grave el edificio tanto en su exterior como en el interior. El peligro de derrumbe obligó a trasladar la imagen de la titular Santa Marta al altar lateral presidido por San Antonio. De ello nos informa un memorial requerido por el teniente de corregidor de la villa, don Baltasar Herruzo, a los maestros alarifes Cayetano y Blas de Torres que se encargaron de reconocer todos aquellos edificios que en la población amenazaban ruina. Los albañiles citados señalaban que habían advertido …un peligro próximo a venirse a tierra toda la capilla mayor, de modo que la Santa se ha puesto en el Altar de San Antonio de la misma ermita, y también la esquina y parte de la fachada de la puerta mayor que está al mediodía; igualmente el arco interior de la otra portada y también el postigo por el desplome de una columna de las cuatro que tiene a causa de unas maderas quebradas… situación por la que advertían que podía …ocasionar la desgracia o muerte de alguna persona, por ser un paso preciso y forzoso sin poder echar por otra parte…
Las obras de reparación fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica y se costearon a base de donativos de los devotos y alguna cantidad que tenía la fábrica de la ermita.
La referencia más antigua que conozco dedicada a un santero de esta ermita data de 1623 y procede del testamento de Andrés López Peralbo, el abuelo de la venerable Marta Peralbo. En ese testamento nos desvela que la citada función correspondía a Miguel Sánchez de Pedro Alonso, viudo de María Fernández la Serrana, y marido de María López la Panala, al que envía un donativo. En otro momento hablaremos de la más que curiosa antigüedad y persistencia de ciertos apodos en nuestra población.
Es una ermita a la que siempre se ha relacionado con la familia y la propia venerable Marta Peralbo que en la segunda mitad del siglo XVII puso especial empeño en su conservación y mejora. No se trató solamente de una predilección especial debida a la coincidencia del nombre de la santa con el suyo propio; los documentos demuestran que el hermano de Marta, el presbítero, licenciado y comisario del Santo Oficio de la Inquisición Alonso Martín de Villaseca era el capellán encargado de ella y quien administraba sus censos y todos los gastos e ingresos.
En el siglo XVIII la supervisión de este edificio religioso quedó bajo el control de Miguel Bautista Bejarano, casado en 1719 con Ana Jurado, también familiar del Santo Oficio, y así lo comprobamos al figurar como administrador de la misma en 1740; fue quien donó la imagen del santo de Padua, costeó la construcción de la capilla y los ornamentos necesarios para celebrar misa; también fue el benefactor que proporcionó el aporte económico necesario para construir la pequeña edificación contigua a la ermita que había de servir para casa del santero. En 1774 la hija de este personaje, Antonia Bautista Bejarano, solicitó al obispo de la diócesis la función de …camarera de la imagen de San Antonio y su capilla inclusos en la ermita de Santa Marta… Junto a su hermana Bárbara Bautista, soltera al igual que ella, cuidaron de la ermita una vez desaparecido el progenitor. En su estirpe prosiguió la labor de santeros hasta finales del siglo XIX, aunque por la rama femenina y encomendando la función siempre a los miembros más pobres de la misma. Así en 1860 Catalina Perfecta Llorente López, hija de Juan Llorente y de María López Bautista y viuda de Andrés Ruiz, hace una declaración ante notario y expone que …procedente de sus antecesores o ascendientes de línea materna, y de tiempo inmemorial, se viene poseyendo de unos en otros la casa contigua al santuario de la ermita de Santa Marta y San Antonio, sita extramuros de esta población, que está a la parte del mediodía de dicha ermita y su puerta mirando al poniente… El documento proporciona una detallada descripción de la vivienda, hoy en estado deplorable.
El cargo de administrador de esta ermita pasó a manos de don Antonio Pérez Gómez, natural de Fuencaliente, pero casado y establecido en Pozoblanco donde ejerció el cargo de escribano público y de cabildo. Fue una de las personalidades más influyentes de la población hasta su muerte, ocurrida en 1791. Una de sus hijas fue bautizada con el nombre de Marta y otra con el de Antonia. Tras su fallecimiento, el obispo nombró administrador de Santa Marta y San Antonio al presbítero don Bartolomé Blanco, que tuvo que escriturar fianza para tal desempeño ante el escribano Cayetano José Peralbo. Bartolomé era hijo de Alonso Blanco Cejudo y Catalina Bravo, personajes de gran relieve social en la localidad.
La falta de espacio en la parroquial, que estaba además reconstruyéndose y ampliándose, y las disposiciones de distintos monarcas sobre cementerios forzaron a buscar, a inicios del siglo XIX, una nueva ubicación para una necrópolis que sustituyera a la de la iglesia de Santa Catalina, proponiéndose por parte de las autoridades locales entre 1806 y 1808 un lugar cercano a la actual ermita de San Antonio; el emplazamiento definitivo fue, no obstante, la zona a espaldas del hospital de Jesús Nazareno sin que sepamos a ciencia cierta el porqué del cambio.
En 1879 estaba candente de nuevo la necesidad de construir un camposanto y en acta municipal se reflejó el acuerdo para proceder a la instrucción del expediente para la obra del mismo. Decía así: …y considerando el Ayuntamiento conveniente el punto de San Antonio, que se pida autorización a quien corresponda para poder utilizar la ermita de San Antonio para que forme parte del cementerio como capilla… A finales del siglo XIX el edificio fue habilitado como lazareto en diversas epidemias de carácter contagioso.
Ya en el siglo XX, la ermita sufrió los avatares de la guerra civil al igual que los demás templos y unos años después, en 1943, un acta municipal da cuenta de un escrito de don Bartolomé Rodríguez Arévalo como presidente de la cofradía de San Antonio en el que manifiesta que …estando dispuesta la misma a realizar obras para restaurar el Calvario sito detrás de la ermita y levantar un muro de unos 50 centímetros de alto con una longitud aproximada de 165 metros y reforma de la glorieta, suplicaba a la corporación le fuese concedida la oportuna autorización y una subvención, pues los fondos de que dispone dicha cofradía no alcanzan a cubrir el presupuesto que para dichas obras ha formulado el señor perito municipal… Los señores gestores acordaron por unanimidad conceder la autorización necesaria para llevar a efecto estas obras y subvencionar las mismas. Para estas labores se trasladarán hasta la ermita, por cuenta municipal, varios volquetes de tierra procedentes del refugio antiaéreo construido durante la última guerra civil en el colegio salesiano.
Antes de proseguir hasta la época actual quizá sea conveniente detener momentáneamente la disertación para contestar a un par de preguntas que más de uno se habrá hecho en alguna ocasión: ¿quién era esta Marta y qué meritos alcanzó para verse favorecida nominalmente con una de las ermitas más antiguas de la comarca? ¿Por qué mudó el nombre con el de San Antonio en la aceptación popular?
Marta es un personaje presente en los evangelios, que la muestran como una joven laboriosa y preocupada por los quehaceres domésticos. Era hermana de María y de Lázaro, el famoso resucitado. Iconográficamente se le representa con una larga túnica, sosteniendo en sus manos la Biblia y algún utensilio doméstico o bien una calavera, símbolo del milagro de Jesucristo con su hermano Lázaro.
Fue perseguida y desterrada por los judíos, introducida con sus hermanos en un navío sin mástiles y sin timón ni aparejo alguno, expuestos directamente a las inclemencias del mar. Pero el viento los empujó hasta el puerto de Marsella y a ruegos de la ciudad de Tarascón y otros pueblos vecinos consiguió librarlos de un monstruoso dragón que estaba devorando a la población; esa es la razón por la que a sus pies se representa la imagen del fantástico reptil, como un signo de su triunfo contra el mal. Tiene categoría de santa eucarística, al igual que Santa Clara por ejemplo, y es símbolo de la vida activa.
Tradicionalmente, y desde su origen, la ermita siempre recibió el nombre de Santa Marta, pero a partir de mediados del siglo XVIII la documentación local comienza a introducir también, de manera primero contenida y compartida, y profusa y distintivamente después, el apelativo de San Antonio para referirse a este edificio, aunque los más ilustrados de aquella época siempre se referían a ella como de Santa Marta, añadiendo la muletilla vulgo de San Antonio.
¿Por qué se produce esta mutación? La veneración del santo viene de antiguo en la localidad. Se trata de un personaje vinculado a una orden religiosa, la franciscana, que ejerce una presencia e influencia dominante sobre la espiritualidad de todas las villas de la comarca pedrocheña desde el siglo XV hasta comienzos del XIX.
San Antonio disponía de una escultura venerada en la parroquial de Santa Catalina, como sucedía con otras imágenes que finalmente encontrarán acomodo y advocación en los diferentes templos de la población: Nuestra Señora del Rosario, el Santo Ángel de la Guarda, la Virgen de la Soledad, Santa Bárbara, el propio San Gregorio…
Pero a mediados del siglo XVIII Miguel Bautista Bejarano donará una imagen del santo para colocarla en la ermita de Santa Marta donde obtendrá cobijo en una capilla lateral con altar, mientras la principal seguirá reservada para la santa titular. Ésta irá perdiendo progresivamente prestigio y popularidad: se puede constatar en la reducción considerable de las pozoalbenses que portan su nombre a partir de finales del XVIII, mientras ocurre todo lo contrario con el santo de Padua. Y es bien significativo que el nombre de Antonio, hasta entonces poco frecuente con esa grafía, sustituye sobre esas mismas fechas al tradicional de Antón que pasará a ser prácticamente testimonial; ni que decir tiene que el de Antonio se convertirá en uno de los nombres más numeroso entre los vecinos de Pozoblanco, tras el de Juan, Bartolomé y Francisco.
El San Antonio apodado de Padua en realidad había nacido en Lisboa en 1195 y se llamó en el siglo Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Ingresó joven en los agustinos y realizó estudios superiores en Coimbra. Conoció personalmente a los cinco monjes franciscanos que marcharon a predicar a Marruecos (serían martirizados y en su honor se impuso el nombre al monasterio franciscano denominado de los Cinco Mártires de Marruecos en Belalcázar). Se ordenó sacerdote hacia 1220 año en que cambia el hábito de san Agustín por el de san Francisco y toma el nombre de Antonio. Marchó a evangelizar Marruecos pero enfermó y decidió regresar a su patria pero una tempestad lo desvió hasta la isla de Sicilia donde permaneció recluido en un convento hasta su traslado a Asís. Lector de Teología en Bolonia. Fue un gran orador y predicador contra los herejes Cátaros, Valdenses y Albigenses (cuando se exhumó su cuerpo aún conservaba intacta la lengua). Murió relativamente joven, en 1231, con poco más de treinta y cinco años, en el oratorio de Arcela donde estaba retirado.
Iconográficamente se le representa como un joven imberbe y tonsurado, con hábito franciscano de color marrón, con cordón en la cintura de tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano por los votos de obediencia, pobreza y castidad, cordón del que suelen pender unos rosarios. Está calzado con sandalias igualmente marrones. Su imagen más difundida es aquella en la que aparece de pie sosteniendo al Niño Jesús apoyado en su brazo o bien sobre un libro que representa la Biblia (la tradición afirma que lo visitó mientras meditaba); el libro simboliza su categoría de doctor de la Iglesia.
Las personas mayores devotas siempre han comentado que era un hombre físicamente muy poco agraciado y en una ocasión que recibió la aparición divina el Señor le prometió que saldría muy favorecido en las representaciones figuradas que se hicieran de él. Y es difícil efectivamente encontrar una escultura o pintura de este santo que no lo represente dotado de cierta hermosura y hasta guapo. Pero siempre hay alguien dispuesto a estropear hasta los designios divinos y en Portugal, que lo conocían de primera mano, es común representarlo como un hombre de baja estatura, de cara redonda y bastante grueso, caracteres físicos que parece eran verídicos.
A veces también figuran junto a él otros símbolos como la cruz (por su misión redentora), los lirios (que representan la pureza y el amor virginal), el Pan (alimento de los pobres), los peces escuchando su sermón (uno de sus milagros más famosos), el asno arrodillado ante la hostia (otro de sus milagros)…
Es un santo considerado casamentero y relacionado siempre con el martes, día que le está dedicado, cuestión que no deja de tener su propia historia: aunque San Antonio murió un viernes fue tal el gentío que se congregó con el deseo de ver su cadáver que sólo pudo celebrarse su entierro al martes siguiente. Esa es la razón por la que le está dedicado este día de la semana.
Las imágenes de Santa Marta y de San Antonio han estado acompañadas a lo largo de los siglos de otros personajes sagrados. Por ejemplo, desde el siglo XVIII existió en esta ermita una efigie de Santa Bárbara obra de una escultora pozoalbense llamada Marina, del linaje de los Porras y los Gómez, autora también de una Santa Catalina en el momento de matar a su padre por ser mahometano que se encontraba en la parroquia de Santa Catalina. Igualmente se le atribuye a esta artista la autoría de una Virgen de la Aurora y un San Diego de Alcalá que hubo en la ermita de la Virgen de Luna. Esteban Márquez alude a la existencia en la ermita de la imagen de un tal beato San Gabriel que compartía altar con San Antonio hasta su destrucción en 1936. Imagino que se trataba de Gabriel Ferretti, franciscano del siglo XV.
A nivel particular algunos vecinos adinerados ofrecían a los distintos templos de la localidad el depósito de pinturas o imágenes sagradas en forma de préstamo. Fue una costumbre constante a lo largo de los siglos en Pozoblanco y todavía perduraba en la segunda mitad del XIX. De la carta de última voluntad de Isabel Cobos Fernández, viuda de Andrés Moreno, fechada en 1863, procede la siguiente curiosa alusión a un Santo Cristo que tenía en la ermita de San Gregorio y otro más en la de San Antonio: ordena que los recojan sus hijos en sus respectivas casas …si hubiese alguna novedad apreciable en las referidas ermitas que lo hicieren necesario… Ya por entonces las cosas debían estar algo complicadas.
Pasemos a tiempos más cercanos.
Dicen que el conocimiento de la historia es necesario para no repetir los errores del pasado. Y no puedo dejar de señalar que hay demasiados indicios y coincidencias para pensar que en lo que respecta al edificio de Santa Marta y San Antonio podemos estar tropezando en la misma piedra. Hoy asistimos a una reivindicación de actuación inmediata ante la evidente decadencia de esta ermita, pero su pésimo estado no viene de ahora.
En 1986, sí 1986, se formuló ante la Delegación Provincial de Cultura una solicitud, acompañada de memoria-presupuesto, firmada por el entonces alcalde don Blas Garrido Dueñas interesando la concesión de subvención por valor de algo más de 5 millones de pesetas para financiar las obras de rehabilitación de la ermita de San Antonio. La justificación se hacía recaer en un acuerdo municipal que ponía de manifiesto la necesidad de proceder a la inmediata reparación de la misma y a su rehabilitación, dado el deficiente estado de conservación en que se encontraba y el progresivo deterioro del edificio en sí.
La memoria recogía las operaciones a efectuar: demolición de cubierta en la totalidad de la edificación, zunchos de hormigón, forjado con viguetas autorresistentes, bovedillas y acabado con teja curva, cubierta para la vivienda anexa así como alcantarillado, cubierta en soportales, con sustitución de cerchas de madera y remate con teja curva, repaso de enfoscados en el interior y exterior de la ermita, formación de muro de mampostería y dos manos de pintura a la cal.
Los trámites burocráticos prosiguieron por distintos organismos, direcciones generales y demás intermediarios. La ermita, mientras tanto, se deterioraba a ojos vista.
En mayo de 1999 don Pedro Fernández Olmo, párroco de Santa Catalina, dirigía una solicitud al ayuntamiento dando cuenta del estado precario de la ermita, necesitada de una urgente reparación de toda la cubierta, actuación sobre casi la totalidad del enfoscado y obras de envergadura en la casa de la santería. Justificaba en la deuda contraída para la obra del templo parroquial que había efectuado recientemente la imposibilidad para hacer frente a los gastos necesarios para la ermita. En otro de los párrafos de la misiva afirmaba …Por otro lado es el edificio religioso de más antigüedad de la localidad, y uno de los escasos ejemplares del estilo único en España y exclusivo del Valle de los Pedroches, donde sólo quedan siete ejemplares, uno de ellos la ermita de San Antonio…
Desvelaba don Pedro que había acudido en demanda de ayuda a las oficinas del LIDER II pero éste se encontraba saturado de proyectos y solicitudes. Y apuntaba finalmente la posibilidad de obtener la ayuda a través de una Escuela Taller o por medio de cualquier otro conducto.
La Comisión de Gobierno municipal contestó a los pocos días que por unanimidad dejaba el asunto pendiente de resolución con el propósito de gestionar, solicitar y obtener las ayudas necesarias para el fin propuesto y que la restauración de la ermita se efectuase a través de una Escuela Taller o Casa de Oficios, sin perjuicio de que el propio Ayuntamiento actuara de urgencia en las unidades del edificio que se consideraran imprescindibles para su conservación y en evitación de un mayor deterioro.
En octubre del año 2000 el párroco de Santa Catalina, don Pedro Fernández Olmo, y don Felipe García Arroyo en nombre de la Cofradía de San Antonio se dirigen de oficio al señor alcalde, don Antonio Fernández Ramírez, y a la corporación municipal recordándoles que pese a las conversaciones mantenidas de forma reiterada sobre la ermita o monumento, no se había acometido ningún tipo de obra salvo las reparaciones circunstanciales de la cubierta que, en varias ocasiones al año, realizaba la propia Cofradía de San Antonio para evitar consecuencias mayores.
Denunciaban que estos daños estaban causados en su mayor parte por grupos de jóvenes que se dedicaban a subirse al tejado de la ermita los fines de semana para allí aposentados consumir, literalmente, …litronas o lo que sea… Advertían finalmente que esta actitud incivil producía goteras y otros daños casi irreparables en el monumento, ponía en riesgo la integridad física de los propios autores por el peligro de accidentes, y asfixiaba económicamente a la cofradía que tenía dificultades serias para continuar con las reparaciones. Aportaban también como dato a considerar el problema creciente para encontrar tejas del tipo que lleva la cubierta.
Por todo lo expuesto, los solicitantes abogaban por una sustitución o reparación de la misma con cargo a los fondos públicos, además de una mayor vigilancia de los agentes de la policía municipal. La instancia iba acompañada de varias imágenes fotográficas sobre el estado de la cubierta. Son algunas de las que hemos mostrado.
En pleno municipal, los representantes de la oposición política propusieron que se buscase cuantas subvenciones o ayudas fueran posibles con objeto de recuperar la ermita al estar ésta calificada como edificio de protección integral y señalaban que formaba parte del escaso patrimonio arquitectónico de la ciudad. Por su parte, la mayoría política en el gobierno propuso dejar el asunto pendiente de un mejor e inmediato estudio por la Comisión de Gobierno que decidió en noviembre de ese mismo 2000 por unanimidad, en primer lugar que los técnicos municipales confeccionaran un anteproyecto para valorar la cuantía de la reparación y con este instrumento resolver acertadamente lo necesario; y en segundo, manifestar al Obispado la posibilidad de cesión de la ermita de San Antonio al Ayuntamiento si éste asumía los gastos de mantenimiento y conservación del edificio.
Transcurrió el tiempo y en el año 2001 el entonces alcalde, don Antonio Fernández escribía al entonces obispo comunicándole de forma oficial el acuerdo del pleno municipal comprometiéndose a financiar el 50 % del coste de la restauración de la ermita siempre que el Obispado se comprometiera a su vez a aportar el 50 % restante, aclarando que si bien el edificio formaba parte del patrimonio de Pozoblanco, en cambio se trataba de un bien propiedad del Obispado de Córdoba y por tanto sería de su competencia el mantenimiento y conservación de ella. El alcalde señaló que la Corporación, sensibilizada con el problema planteado, estaba dispuesta a colaborar económicamente en la restauración del inmueble pero la Iglesia, a través de su Obispado, debía soportar igual parte del coste económico. No me consta contestación oficial del señor Obispo lo que no quiere decir que no la hubiera; simplemente no me consta.
En resumen, desde que comenzó el problema, se han sucedido varios alcaldes, varios obispos, varios presidentes de la cofradía y, por supuesto, varios años más, y la huella de la degradación ha aumentado para desgracia del edificio y vergüenza de todos los pozoalbenses y de quienes nos visitan.
No se trata de la muerte anunciada de un viejo inmueble motivada por una enfermedad crónica e inevitable. No. La ermita de San Antonio es un símbolo; el símbolo de un suicidio colectivo, el nuestro, infligido por inanición.
El pasado año de 2007, ante el alarmante estado de la ermita se sumaron a la reivindicación de una actuación urgente numerosas personas y colectivos, entre ellos Baética Nostra y Piedra y Cal. Hace ahora un año, por indicación del administrador de la diócesis, el señor párroco de Santa Catalina se dirigió de nuevo al Excelentísimo Ayuntamiento para denunciar que …desde hace más de diez años esta ermita de San Antonio viene siendo asediada, destrozada, pintada, sobretodo en los fines de semana por la noche, por grupos de jóvenes que se suben al tejado… En fin, lo ya conocido por todos. Pero como dice el pasaje evangélico, el que esté libre de pecado en este asunto que tire no la primera sino la enésima piedra. Total, el santo está acostumbrado a que lo apedreen.
Lo sucedido en los últimos meses está en la memoria de todos los presentes y por tanto no hace falta incidir en ello. Ojalá seamos capaces de aprender de nuestros errores y dar solución satisfactoria a este despropósito.
Mientras llegan tiempos mejores el bendito Antonio, recordando sus tiempos de emigrante, ha encontrado refugio arrimado al lienzo del muro meridional de Santa Catalina, eso sí, políticamente correcto, acompañado más que bien de cuota femenina con Santa Marta y Santa Bárbara, y en espera del regreso a su viejo y añorado hogar.
Voy a concluir esta exposición histórica con unas palabras escritas hace unas décadas por un autor pozoalbense, que fue alcalde y cronista oficial de la ciudad, a través de las cuales, con el estilo sencillo pero atractivo que le caracterizaba, se refiere a ésta y a otras ermitas de la localidad. Y quiero advertir expresamente que no pretendo con ellas añadir a la disertación un toque de sarcasmo, sino de cariño a lo que fueron y deben continuar siendo estos edificios. Decía así el autor:
Se construyeron las ermitas que coronan las alturas de los cuatro puntos cardinales. San Sebastián, en lo alto del Cerro, lugar dominante; San Bartolomé, que daba vista a la dehesa y a las lomas de la Sierrezuela; San Gregorio, hacia el Oeste; y Santa Marta, graciosamente montada sobre unos riscos, desde la que se contempla la cercana villa madre que es Pedroche. El orden que siguieran no está muy claro. Cada una de ellas tiene su pequeña historia.
Y continuaba:
Santa Marta, atractiva y bien plantada. En nuestro tiempo está bien conservada y a ello contribuye la cofradía de San Antonio, una de las de mayor relieve social…
Se nos ofrece la imagen de la pequeña ermita, abierta, blanca y alegre. Le faltan árboles y flores, pero ha sido durante siglos y sigue siendo una estampa llena de luz…
Felicidades a todos los Antonios y Antonias en la víspera de su onomástica y… muchas gracias por su atención.
José Luis González Peralbo
Sede de Piedra y Cal. Pozoblanco, 12 de Junio de 2008
(Texto íntegro de la conferencia)
Buenas noches. Voy a comenzar la intervención dando las gracias a mi amigo Antonio Fermín, por su amable presentación, y a todos los presentes que con su asistencia honran a esta asociación Piedra y Cal, de la que formo parte. Como miembro de la directiva también aprovecho para agradecer la desinteresada participación y colaboración ofrecida por don José Luis Amor Trucios con quien voy a compartir la conferencia. Primero haré una introducción a las ermitas en general y luego me centraré en la de San Antonio.
La comarca de los Pedroches no ha sido una zona especialmente favorecida en lo que respecta al estudio o investigación de sus monumentos religiosos. En demasiadas ocasiones la razón fundamental de esta parquedad ha sido la lamentable ausencia de un legado documental, tanto civil como eclesiástico, anterior a mediados del siglo XVI, documentación desaparecida por muy distintas causas y en diferentes fechas, algunas de mucha antigüedad. Estas carencias han empujado a los especialistas a centrar sus investigaciones en otros lugares más fructíferos.
En el caso de Pozoblanco, que es el de otras muchas localidades vecinas, el archivo municipal sólo proporciona documentos a partir de las dos últimas décadas del siglo XVI y se reducen a unos cuantos libros de protocolos notariales, aunque a partir de entonces las series están bastante completas. En cambio, la documentación municipal propiamente dicha comienza ya avanzado el siglo XVII y prosigue con enormes carencias y lagunas. Dado que la mayoría de las edificaciones religiosas pozoalbenses tuvieron su origen en fecha anterior a la época de la documentación referida resulta evidente la dificultad que entraña realizar un estudio riguroso sobre la génesis de las mismas.
Pero la escasez de documentación no justifica por sí sola la ignorancia que hemos mantenido durante tanto tiempo sobre este asunto. Hay un segundo factor, más importante si cabe dado que atañe más a la disposición mental que a la material, que es achacable casi en exclusiva a los nativos de esta tierra, y que ha supuesto un obstáculo casi insuperable al enfrentarse al estudio de esta materia: los propios habitantes de la zona han entendido y asumido que Los Pedroches no disponían, salvo casos excepcionales, de ejemplos dignos de parangonarse con otras áreas geográficas, próximas o distantes. La única excepción a esta situación la constituye la mal denominada catedral de la sierra en Hinojosa cuya categoría, más gráfica y mediáticamente que otra cosa, ha conseguido calar en la opinión popular al contrario de lo ocurrido con otras magníficas iglesias tales como la parroquiales de Dos Torres, Pedroche, Torrecampo y, en otro ámbito cronológico y arquitectónico, la de Pozoblanco.
El mismo vicario de Pozoblanco, Bartolomé Herruzo Delgado en el lejano año de 1786 es buen ejemplo de esta inferioridad asumida cuando afirma en un memorial que …hay en esta Villa además de su iglesia Parroquial y la de dicho Hospital cinco ermitas, la una con la advocación de Jesús a la Columna, otra con la de San Bartolomé, otra con la de San Sebastián, otra con la de San Gregorio, y otra con la de Santa Marta, pero no advierto en todo este territorio otra particularidad digna de noticia, ni que pueda contribuir a la Ilustración…
Por fortuna, en los últimos años esta concepción va cambiando y ha surgido un interés apreciable por analizar, dar a conocer y reivindicar buena parte de este patrimonio monumental de carácter religioso y, en algún caso, civil. Hasta podríamos hablar de cierta rivalidad entre localidades en este afán por mostrar un legado propio que si bien hoy constituye una riqueza cultural desde el punto de vista administrativo estrictamente local no hay que olvidar que en el pasado formó parte de un patrimonio común a todas ellas.
Si puede ser tema de discusión comparativa la categoría monumental y artística de nuestros templos, en cambio en ningún caso podemos negar que Los Pedroches han contado desde siempre con un número muy elevado e inusual de estos edificios religiosos, y en su mayoría los hemos conseguido mantener, en mejores o peores condiciones, hasta nuestros días. Esta pervivencia supone un claro ejemplo de la fuerza que ha tenido siempre en la comarca la tradición, pero también es una muestra de la profunda religiosidad que ha caracterizado a la gente pedrocheña y de su identificación con unos edificios que llevan siglos enraizados en la historia, en el paisaje y en la forma de vida de sus moradores. Por ello precisamente nos resulta tan doloroso y humillante el estado al que ha llegado una ermita tan popular como la de San Antonio.
Las advocaciones religiosas que presiden las numerosas ermitas de Los Pedroches están relacionadas con el culto a la Virgen, a los santos de la corte celestial y al propio Jesucristo. Pero el propósito para erigirlas no fue simplemente de carácter espiritual sino más bien material e interesado en las más de las ocasiones. La vida estaba llena de adversidades y el poder de lo sagrado se antojaba decisivo para superarlas. Era necesario, pues, propiciar la intervención divina y para ello había que contar con los mejores intermediarios y tenerlos alojados y disponibles lo más cerca posible. Es significativo que la mayoría de estos edificios estén bajo la advocación de santos o mártires mediadores.
En cuanto a su estilo formal y artístico predominan la sencillez, el tamaño limitado, los humildes y a veces recios materiales de la tierra empleados –como el granito- , la planta rectangular de una o tres naves, la contenida ornamentación, los reducidos vanos, la utilización como soporte de pilares, columnas y arcos de granito o de ladrillo -bien de medio punto o bien ligeramente apuntados-, la cubierta de par y nudillo -sin olvidar la utilización bastante frecuente de artesonados-, la construcción de espacios de acceso en forma de atrio o pórtico o la simplicidad del mobiliario.
En lo que respecta a la ubicación geográfica, destaca el elevado número de ermitas en descampado aunque es en el propio marco urbano o en lo que fue antaño su extrarradio donde podemos apreciar mayor cantidad de ellas. Entre ambas modalidades existe un apreciable contraste: las que estuvieron situadas fuera de población o en un emplazamiento periurbano, han conseguido mantener su aislamiento y posición exenta de otros edificios pese a haber sido sobrepasadas por el crecimiento de las localidades; en cambio, las puramente urbanas, incluida la iglesia de Santa Catalina, no han podido evitar su asociación con otras edificaciones.
Es también significativa, a nivel comarcal, la costumbre de disponer de algunas ermitas y santuarios compartidos entre varios municipios, pervivencia de los estrechos lazos que mantuvimos durante mucho tiempo en la forma de organizarnos política y económicamente (las Siete Villas, por ejemplo). También es llamativa la reiteración de ciertas advocaciones que están presentes en muchas de las localidades que integran la comarca (por ejemplo las dedicadas a San Sebastián, San Gregorio, San Roque, Jesús Nazareno…).
En lo que se refiere a Pozoblanco el hábitat urbano ha sido absolutamente de tipo concentrado, en un reducido espacio, a lo largo de casi toda su historia. Los únicos vecinos que declaran no vivir en el casco urbano corresponden a propietarios o moradores de las diversas ventas relacionadas geográficamente con la zona de influencia. No existían apenas caseríos en la zona rural y los que había no eran habitados de forma permanente, salvo excepciones.
El plano del casco antiguo es algo irregular y sus principales calles están trazadas en abanico, confluyendo en la zona del ayuntamiento y alrededores.
El barrio más viejo, sin poder determinar exactamente la antigüedad, es el de la zona S.W., comprendida entre el Pozo Viejo, el Ayuntamiento y la Plaza del Cronista, anterior en todo caso al siglo XV.
La zona Sur-Este, emplazada entre el Cerro y el centro de la ciudad actual ya existía en el siglo XVI. También se encontraba urbanizada la zona de prolongación del centro hacia los demás puntos cardinales: hacia el Este (calles de la Fuente de la Izquierda, Andrés Peralbo, Ribera, Santa Marta, Cuartelejo), hacia el Norte (Risquillo, San Gregorio baja, tramo inicial de la calle de la Iglesia) y hacia el Oeste (Castillejo, Cantarranas, calleja del Chivo…).
Para el siglo XVII se hallan edificadas en gran parte las zonas del Oeste (Barrio Alto y Barrio Bajo) y del Este (Morconcillo, Peñascal, Encrucijada…) y se están configurando o ultimando otras situadas en zonas periféricas como la calle Nueva, Pilar, Coronadas…
La centuria del XVIII no aporta grandes novedades en la expansión del callejero.
Durante el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX Pozoblanco adopta el plano que mantendrá hasta el desarrollismo de los años sesenta y siguientes: gran expansión hacia el Oeste (aprovechando los ejidos de esta zona, la desaparición del antiguo cementerio y la desecación de las lagunas existentes), y hacia el Norte (debido a la atracción hacia esa zona que suponen el trazado de la carretera de Andújar a Villanueva de la Serena primero y a la construcción de la línea ferroviaria y estación de tren de comienzos del XX). Estas líneas de expansión siguen siendo las predilectas actualmente por razones de todos conocidas (hospital, centros educativos, parques, construcción residencial de clase acomodada…).
Antes de que fuera villa, Pozoblanco debía contar ya con uno o varios pequeños edificios religiosos. Con toda seguridad la que sería posterior parroquia de Santa Catalina fue uno de ellos y es muy posible que en su origen se tratara de una ermita, situada en uno de los entonces confines de la población, el límite norte. También hay acuerdo casi unánime en incluir las ermitas de Santa Marta, San Bartolomé y San Sebastián en una antigüedad anterior al siglo XVI, pero nadie ha podido aportar hasta ahora pruebas contundentes para esta aseveración. Es más, es frecuente la adjudicación de ese pretendido galardón indistintamente a San Bartolomé y Santa Marta, adjudicación basada fundamentalmente en supuestos criterios arquitectónicos o artísticos, porque si tratamos de pruebas documentales las disponibles hasta el momento incluyen tambien a otros templos como el de Santa Catalina o bien a la ermita de San Sebastián, la primera que se vio sobrepasada por el crecimiento urbano; y desde luego al santuario de la Virgen de Luna en la Jara pues declaraciones de testigos del pleito mantenido con Villanueva por su propiedad a finales del siglo XVII aseveran que su primitivo edificio se levantó al menos dos siglos antes, es decir en la segunda mitad del siglo XV. Y son también los fundamentos documentales precisamente los que nos han permitido descartar de manera definitiva las teorías sobre el origen cronológico de alguna de estas ermitas (la datación adjudicada en la bibliografía al uso a la dedicada a San Gregorio es la que más chirría).
Si sirve de algo para intentar resolver la cuestión de la antigüedad, puedo aportar datos extraídos de los protocolos notariales desde el siglo XVI, la más antigua documentación escrita que se conserva en el municipio, y concretamente en los testamentos es usual, tras referirse a la parroquial, encontrar sistemáticamente una manda consistente en el envío de una cantidad determinada a las ermitas de la villa (generalmente un real); es igualmente frecuente que se citen sus nombres y que éstos aparezcan en un orden establecido, siendo el de San Bartolomé el de la primera ermita citada ¿Significa esto que fue la primera en antigüedad? Es posible.
Quiero aclarar que era mi intención inicial ofrecer una aproximación histórica a todas y cada una de las ermitas existentes en Pozoblanco y con ese propósito había preparado y confeccionado la intervención de hoy. Pero al final he comprendido que era misión imposible tratar de abarcar tanto contenido histórico para exponerlo en un tiempo limitado que además debo compartir. Y hasta los duendes de la imprenta parece que ya habían previsto por su cuenta este recorte puesto que en los medios de información y opinión se ha anunciado una disertación histórica exclusivamente reservada a Santa Marta y San Antonio. Sea pues así.
Vamos ya a centrar la atención en Santa Marta y San Antonio, aunque hago la observación que es de todas las ermitas la que menor base documental histórica ofrece junto con las de San Bartolomé y San Sebastián, precisamente las más antiguas.
SANTA MARTA Y SAN ANTONIO
Se trata de un edificio religioso de notable interés entre todo el conjunto de ermitas pertenecientes a Pozoblanco, representativo de una arquitectura muy propia de la comarca y relacionada con los últimos momentos del medievo.
Ocupa uno de los lugares más elevados del emplazamiento geográfico de la población, en una posición Nor-Oriental.
Presenta fachada de estilo gótico, orientada hacia poniente aunque semioculta por los contrafuertes de un pórtico abovedado. La portada lateral situada en el lado sur es de medio punto, entre contrafuertes, aunque desde hace tiempo la entrada ha sido desplazada. Ambas portadas están labradas en piedra de granito. Una humilde espadaña culmina el pequeño templo.
Su interior es de una sola nave, de cinco tramos, con cuatro arcos de piedra sobre pilares de granito, muy viejos.
Esteban Márquez le adjudica una antigüedad considerable pues la hace datar de finales del siglo XIII, fecha evidentemente más que discutible. El mismo autor apunta la posibilidad de que fuera una sinagoga en su origen, pero documentos de reciente publicación testimonian de forma contundente que en la población no hubo constancia ni noticia alguna sobre judíos ni descendientes de ellos hasta mediados del siglo XVI.
Algunos autores afirman que su Calvario, situado en la parte posterior, se construyó en 1671 y hay quien lo identifica como una obra de mediados del siglo XIX pero personalmente discrepo de tales dataciones y considero debe remontarse a una época anterior según las referencias documentales que he encontrado en protocolos notariales y que señalan la existencia de un vía crucis que desde el casco urbano finalizaba en el mencionado calvario.
Esta ermita tuvo una consideración política y jurídica distinta a la de las demás de la población. Junto con la dedicada a la Virgen de Luna acogía la celebración de reuniones comunes de los concejos de las Siete Villas cuando su celebración y organización concernían a Pozoblanco. Y en los documentos referidos a ella que he manejado de los siglos XVI y XVII siempre la designan como lugar y término común de las Siete Villas, sin adjudicarle propiedad o jurisdicción particular a Pozoblanco sobre la misma. Es un dato a tener en cuenta y demuestra la importancia histórica que tuvo para toda la zona centro-oriental de los Pedroches.
En la documentación del archivo municipal no existen apenas referencias constructivas o de reparación de este edificio en los últimos siglos lo que quizá explique su lamentable estado de conservación actual. Algún autor ha señalado, no obstante, que en la segunda mitad del XVII estaba casi en ruinas, y fue sometida a reformas de consideración tanto en el citado siglo como en el XVIII: por ejemplo, en 1799/1800 los temporales de invierno dañaron de manera muy grave el edificio tanto en su exterior como en el interior. El peligro de derrumbe obligó a trasladar la imagen de la titular Santa Marta al altar lateral presidido por San Antonio. De ello nos informa un memorial requerido por el teniente de corregidor de la villa, don Baltasar Herruzo, a los maestros alarifes Cayetano y Blas de Torres que se encargaron de reconocer todos aquellos edificios que en la población amenazaban ruina. Los albañiles citados señalaban que habían advertido …un peligro próximo a venirse a tierra toda la capilla mayor, de modo que la Santa se ha puesto en el Altar de San Antonio de la misma ermita, y también la esquina y parte de la fachada de la puerta mayor que está al mediodía; igualmente el arco interior de la otra portada y también el postigo por el desplome de una columna de las cuatro que tiene a causa de unas maderas quebradas… situación por la que advertían que podía …ocasionar la desgracia o muerte de alguna persona, por ser un paso preciso y forzoso sin poder echar por otra parte…
Las obras de reparación fueron aprobadas por la autoridad eclesiástica y se costearon a base de donativos de los devotos y alguna cantidad que tenía la fábrica de la ermita.
La referencia más antigua que conozco dedicada a un santero de esta ermita data de 1623 y procede del testamento de Andrés López Peralbo, el abuelo de la venerable Marta Peralbo. En ese testamento nos desvela que la citada función correspondía a Miguel Sánchez de Pedro Alonso, viudo de María Fernández la Serrana, y marido de María López la Panala, al que envía un donativo. En otro momento hablaremos de la más que curiosa antigüedad y persistencia de ciertos apodos en nuestra población.
Es una ermita a la que siempre se ha relacionado con la familia y la propia venerable Marta Peralbo que en la segunda mitad del siglo XVII puso especial empeño en su conservación y mejora. No se trató solamente de una predilección especial debida a la coincidencia del nombre de la santa con el suyo propio; los documentos demuestran que el hermano de Marta, el presbítero, licenciado y comisario del Santo Oficio de la Inquisición Alonso Martín de Villaseca era el capellán encargado de ella y quien administraba sus censos y todos los gastos e ingresos.
En el siglo XVIII la supervisión de este edificio religioso quedó bajo el control de Miguel Bautista Bejarano, casado en 1719 con Ana Jurado, también familiar del Santo Oficio, y así lo comprobamos al figurar como administrador de la misma en 1740; fue quien donó la imagen del santo de Padua, costeó la construcción de la capilla y los ornamentos necesarios para celebrar misa; también fue el benefactor que proporcionó el aporte económico necesario para construir la pequeña edificación contigua a la ermita que había de servir para casa del santero. En 1774 la hija de este personaje, Antonia Bautista Bejarano, solicitó al obispo de la diócesis la función de …camarera de la imagen de San Antonio y su capilla inclusos en la ermita de Santa Marta… Junto a su hermana Bárbara Bautista, soltera al igual que ella, cuidaron de la ermita una vez desaparecido el progenitor. En su estirpe prosiguió la labor de santeros hasta finales del siglo XIX, aunque por la rama femenina y encomendando la función siempre a los miembros más pobres de la misma. Así en 1860 Catalina Perfecta Llorente López, hija de Juan Llorente y de María López Bautista y viuda de Andrés Ruiz, hace una declaración ante notario y expone que …procedente de sus antecesores o ascendientes de línea materna, y de tiempo inmemorial, se viene poseyendo de unos en otros la casa contigua al santuario de la ermita de Santa Marta y San Antonio, sita extramuros de esta población, que está a la parte del mediodía de dicha ermita y su puerta mirando al poniente… El documento proporciona una detallada descripción de la vivienda, hoy en estado deplorable.
El cargo de administrador de esta ermita pasó a manos de don Antonio Pérez Gómez, natural de Fuencaliente, pero casado y establecido en Pozoblanco donde ejerció el cargo de escribano público y de cabildo. Fue una de las personalidades más influyentes de la población hasta su muerte, ocurrida en 1791. Una de sus hijas fue bautizada con el nombre de Marta y otra con el de Antonia. Tras su fallecimiento, el obispo nombró administrador de Santa Marta y San Antonio al presbítero don Bartolomé Blanco, que tuvo que escriturar fianza para tal desempeño ante el escribano Cayetano José Peralbo. Bartolomé era hijo de Alonso Blanco Cejudo y Catalina Bravo, personajes de gran relieve social en la localidad.
La falta de espacio en la parroquial, que estaba además reconstruyéndose y ampliándose, y las disposiciones de distintos monarcas sobre cementerios forzaron a buscar, a inicios del siglo XIX, una nueva ubicación para una necrópolis que sustituyera a la de la iglesia de Santa Catalina, proponiéndose por parte de las autoridades locales entre 1806 y 1808 un lugar cercano a la actual ermita de San Antonio; el emplazamiento definitivo fue, no obstante, la zona a espaldas del hospital de Jesús Nazareno sin que sepamos a ciencia cierta el porqué del cambio.
En 1879 estaba candente de nuevo la necesidad de construir un camposanto y en acta municipal se reflejó el acuerdo para proceder a la instrucción del expediente para la obra del mismo. Decía así: …y considerando el Ayuntamiento conveniente el punto de San Antonio, que se pida autorización a quien corresponda para poder utilizar la ermita de San Antonio para que forme parte del cementerio como capilla… A finales del siglo XIX el edificio fue habilitado como lazareto en diversas epidemias de carácter contagioso.
Ya en el siglo XX, la ermita sufrió los avatares de la guerra civil al igual que los demás templos y unos años después, en 1943, un acta municipal da cuenta de un escrito de don Bartolomé Rodríguez Arévalo como presidente de la cofradía de San Antonio en el que manifiesta que …estando dispuesta la misma a realizar obras para restaurar el Calvario sito detrás de la ermita y levantar un muro de unos 50 centímetros de alto con una longitud aproximada de 165 metros y reforma de la glorieta, suplicaba a la corporación le fuese concedida la oportuna autorización y una subvención, pues los fondos de que dispone dicha cofradía no alcanzan a cubrir el presupuesto que para dichas obras ha formulado el señor perito municipal… Los señores gestores acordaron por unanimidad conceder la autorización necesaria para llevar a efecto estas obras y subvencionar las mismas. Para estas labores se trasladarán hasta la ermita, por cuenta municipal, varios volquetes de tierra procedentes del refugio antiaéreo construido durante la última guerra civil en el colegio salesiano.
Antes de proseguir hasta la época actual quizá sea conveniente detener momentáneamente la disertación para contestar a un par de preguntas que más de uno se habrá hecho en alguna ocasión: ¿quién era esta Marta y qué meritos alcanzó para verse favorecida nominalmente con una de las ermitas más antiguas de la comarca? ¿Por qué mudó el nombre con el de San Antonio en la aceptación popular?
Marta es un personaje presente en los evangelios, que la muestran como una joven laboriosa y preocupada por los quehaceres domésticos. Era hermana de María y de Lázaro, el famoso resucitado. Iconográficamente se le representa con una larga túnica, sosteniendo en sus manos la Biblia y algún utensilio doméstico o bien una calavera, símbolo del milagro de Jesucristo con su hermano Lázaro.
Fue perseguida y desterrada por los judíos, introducida con sus hermanos en un navío sin mástiles y sin timón ni aparejo alguno, expuestos directamente a las inclemencias del mar. Pero el viento los empujó hasta el puerto de Marsella y a ruegos de la ciudad de Tarascón y otros pueblos vecinos consiguió librarlos de un monstruoso dragón que estaba devorando a la población; esa es la razón por la que a sus pies se representa la imagen del fantástico reptil, como un signo de su triunfo contra el mal. Tiene categoría de santa eucarística, al igual que Santa Clara por ejemplo, y es símbolo de la vida activa.
Tradicionalmente, y desde su origen, la ermita siempre recibió el nombre de Santa Marta, pero a partir de mediados del siglo XVIII la documentación local comienza a introducir también, de manera primero contenida y compartida, y profusa y distintivamente después, el apelativo de San Antonio para referirse a este edificio, aunque los más ilustrados de aquella época siempre se referían a ella como de Santa Marta, añadiendo la muletilla vulgo de San Antonio.
¿Por qué se produce esta mutación? La veneración del santo viene de antiguo en la localidad. Se trata de un personaje vinculado a una orden religiosa, la franciscana, que ejerce una presencia e influencia dominante sobre la espiritualidad de todas las villas de la comarca pedrocheña desde el siglo XV hasta comienzos del XIX.
San Antonio disponía de una escultura venerada en la parroquial de Santa Catalina, como sucedía con otras imágenes que finalmente encontrarán acomodo y advocación en los diferentes templos de la población: Nuestra Señora del Rosario, el Santo Ángel de la Guarda, la Virgen de la Soledad, Santa Bárbara, el propio San Gregorio…
Pero a mediados del siglo XVIII Miguel Bautista Bejarano donará una imagen del santo para colocarla en la ermita de Santa Marta donde obtendrá cobijo en una capilla lateral con altar, mientras la principal seguirá reservada para la santa titular. Ésta irá perdiendo progresivamente prestigio y popularidad: se puede constatar en la reducción considerable de las pozoalbenses que portan su nombre a partir de finales del XVIII, mientras ocurre todo lo contrario con el santo de Padua. Y es bien significativo que el nombre de Antonio, hasta entonces poco frecuente con esa grafía, sustituye sobre esas mismas fechas al tradicional de Antón que pasará a ser prácticamente testimonial; ni que decir tiene que el de Antonio se convertirá en uno de los nombres más numeroso entre los vecinos de Pozoblanco, tras el de Juan, Bartolomé y Francisco.
El San Antonio apodado de Padua en realidad había nacido en Lisboa en 1195 y se llamó en el siglo Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Ingresó joven en los agustinos y realizó estudios superiores en Coimbra. Conoció personalmente a los cinco monjes franciscanos que marcharon a predicar a Marruecos (serían martirizados y en su honor se impuso el nombre al monasterio franciscano denominado de los Cinco Mártires de Marruecos en Belalcázar). Se ordenó sacerdote hacia 1220 año en que cambia el hábito de san Agustín por el de san Francisco y toma el nombre de Antonio. Marchó a evangelizar Marruecos pero enfermó y decidió regresar a su patria pero una tempestad lo desvió hasta la isla de Sicilia donde permaneció recluido en un convento hasta su traslado a Asís. Lector de Teología en Bolonia. Fue un gran orador y predicador contra los herejes Cátaros, Valdenses y Albigenses (cuando se exhumó su cuerpo aún conservaba intacta la lengua). Murió relativamente joven, en 1231, con poco más de treinta y cinco años, en el oratorio de Arcela donde estaba retirado.
Iconográficamente se le representa como un joven imberbe y tonsurado, con hábito franciscano de color marrón, con cordón en la cintura de tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano por los votos de obediencia, pobreza y castidad, cordón del que suelen pender unos rosarios. Está calzado con sandalias igualmente marrones. Su imagen más difundida es aquella en la que aparece de pie sosteniendo al Niño Jesús apoyado en su brazo o bien sobre un libro que representa la Biblia (la tradición afirma que lo visitó mientras meditaba); el libro simboliza su categoría de doctor de la Iglesia.
Las personas mayores devotas siempre han comentado que era un hombre físicamente muy poco agraciado y en una ocasión que recibió la aparición divina el Señor le prometió que saldría muy favorecido en las representaciones figuradas que se hicieran de él. Y es difícil efectivamente encontrar una escultura o pintura de este santo que no lo represente dotado de cierta hermosura y hasta guapo. Pero siempre hay alguien dispuesto a estropear hasta los designios divinos y en Portugal, que lo conocían de primera mano, es común representarlo como un hombre de baja estatura, de cara redonda y bastante grueso, caracteres físicos que parece eran verídicos.
A veces también figuran junto a él otros símbolos como la cruz (por su misión redentora), los lirios (que representan la pureza y el amor virginal), el Pan (alimento de los pobres), los peces escuchando su sermón (uno de sus milagros más famosos), el asno arrodillado ante la hostia (otro de sus milagros)…
Es un santo considerado casamentero y relacionado siempre con el martes, día que le está dedicado, cuestión que no deja de tener su propia historia: aunque San Antonio murió un viernes fue tal el gentío que se congregó con el deseo de ver su cadáver que sólo pudo celebrarse su entierro al martes siguiente. Esa es la razón por la que le está dedicado este día de la semana.
Las imágenes de Santa Marta y de San Antonio han estado acompañadas a lo largo de los siglos de otros personajes sagrados. Por ejemplo, desde el siglo XVIII existió en esta ermita una efigie de Santa Bárbara obra de una escultora pozoalbense llamada Marina, del linaje de los Porras y los Gómez, autora también de una Santa Catalina en el momento de matar a su padre por ser mahometano que se encontraba en la parroquia de Santa Catalina. Igualmente se le atribuye a esta artista la autoría de una Virgen de la Aurora y un San Diego de Alcalá que hubo en la ermita de la Virgen de Luna. Esteban Márquez alude a la existencia en la ermita de la imagen de un tal beato San Gabriel que compartía altar con San Antonio hasta su destrucción en 1936. Imagino que se trataba de Gabriel Ferretti, franciscano del siglo XV.
A nivel particular algunos vecinos adinerados ofrecían a los distintos templos de la localidad el depósito de pinturas o imágenes sagradas en forma de préstamo. Fue una costumbre constante a lo largo de los siglos en Pozoblanco y todavía perduraba en la segunda mitad del XIX. De la carta de última voluntad de Isabel Cobos Fernández, viuda de Andrés Moreno, fechada en 1863, procede la siguiente curiosa alusión a un Santo Cristo que tenía en la ermita de San Gregorio y otro más en la de San Antonio: ordena que los recojan sus hijos en sus respectivas casas …si hubiese alguna novedad apreciable en las referidas ermitas que lo hicieren necesario… Ya por entonces las cosas debían estar algo complicadas.
Pasemos a tiempos más cercanos.
Dicen que el conocimiento de la historia es necesario para no repetir los errores del pasado. Y no puedo dejar de señalar que hay demasiados indicios y coincidencias para pensar que en lo que respecta al edificio de Santa Marta y San Antonio podemos estar tropezando en la misma piedra. Hoy asistimos a una reivindicación de actuación inmediata ante la evidente decadencia de esta ermita, pero su pésimo estado no viene de ahora.
En 1986, sí 1986, se formuló ante la Delegación Provincial de Cultura una solicitud, acompañada de memoria-presupuesto, firmada por el entonces alcalde don Blas Garrido Dueñas interesando la concesión de subvención por valor de algo más de 5 millones de pesetas para financiar las obras de rehabilitación de la ermita de San Antonio. La justificación se hacía recaer en un acuerdo municipal que ponía de manifiesto la necesidad de proceder a la inmediata reparación de la misma y a su rehabilitación, dado el deficiente estado de conservación en que se encontraba y el progresivo deterioro del edificio en sí.
La memoria recogía las operaciones a efectuar: demolición de cubierta en la totalidad de la edificación, zunchos de hormigón, forjado con viguetas autorresistentes, bovedillas y acabado con teja curva, cubierta para la vivienda anexa así como alcantarillado, cubierta en soportales, con sustitución de cerchas de madera y remate con teja curva, repaso de enfoscados en el interior y exterior de la ermita, formación de muro de mampostería y dos manos de pintura a la cal.
Los trámites burocráticos prosiguieron por distintos organismos, direcciones generales y demás intermediarios. La ermita, mientras tanto, se deterioraba a ojos vista.
En mayo de 1999 don Pedro Fernández Olmo, párroco de Santa Catalina, dirigía una solicitud al ayuntamiento dando cuenta del estado precario de la ermita, necesitada de una urgente reparación de toda la cubierta, actuación sobre casi la totalidad del enfoscado y obras de envergadura en la casa de la santería. Justificaba en la deuda contraída para la obra del templo parroquial que había efectuado recientemente la imposibilidad para hacer frente a los gastos necesarios para la ermita. En otro de los párrafos de la misiva afirmaba …Por otro lado es el edificio religioso de más antigüedad de la localidad, y uno de los escasos ejemplares del estilo único en España y exclusivo del Valle de los Pedroches, donde sólo quedan siete ejemplares, uno de ellos la ermita de San Antonio…
Desvelaba don Pedro que había acudido en demanda de ayuda a las oficinas del LIDER II pero éste se encontraba saturado de proyectos y solicitudes. Y apuntaba finalmente la posibilidad de obtener la ayuda a través de una Escuela Taller o por medio de cualquier otro conducto.
La Comisión de Gobierno municipal contestó a los pocos días que por unanimidad dejaba el asunto pendiente de resolución con el propósito de gestionar, solicitar y obtener las ayudas necesarias para el fin propuesto y que la restauración de la ermita se efectuase a través de una Escuela Taller o Casa de Oficios, sin perjuicio de que el propio Ayuntamiento actuara de urgencia en las unidades del edificio que se consideraran imprescindibles para su conservación y en evitación de un mayor deterioro.
En octubre del año 2000 el párroco de Santa Catalina, don Pedro Fernández Olmo, y don Felipe García Arroyo en nombre de la Cofradía de San Antonio se dirigen de oficio al señor alcalde, don Antonio Fernández Ramírez, y a la corporación municipal recordándoles que pese a las conversaciones mantenidas de forma reiterada sobre la ermita o monumento, no se había acometido ningún tipo de obra salvo las reparaciones circunstanciales de la cubierta que, en varias ocasiones al año, realizaba la propia Cofradía de San Antonio para evitar consecuencias mayores.
Denunciaban que estos daños estaban causados en su mayor parte por grupos de jóvenes que se dedicaban a subirse al tejado de la ermita los fines de semana para allí aposentados consumir, literalmente, …litronas o lo que sea… Advertían finalmente que esta actitud incivil producía goteras y otros daños casi irreparables en el monumento, ponía en riesgo la integridad física de los propios autores por el peligro de accidentes, y asfixiaba económicamente a la cofradía que tenía dificultades serias para continuar con las reparaciones. Aportaban también como dato a considerar el problema creciente para encontrar tejas del tipo que lleva la cubierta.
Por todo lo expuesto, los solicitantes abogaban por una sustitución o reparación de la misma con cargo a los fondos públicos, además de una mayor vigilancia de los agentes de la policía municipal. La instancia iba acompañada de varias imágenes fotográficas sobre el estado de la cubierta. Son algunas de las que hemos mostrado.
En pleno municipal, los representantes de la oposición política propusieron que se buscase cuantas subvenciones o ayudas fueran posibles con objeto de recuperar la ermita al estar ésta calificada como edificio de protección integral y señalaban que formaba parte del escaso patrimonio arquitectónico de la ciudad. Por su parte, la mayoría política en el gobierno propuso dejar el asunto pendiente de un mejor e inmediato estudio por la Comisión de Gobierno que decidió en noviembre de ese mismo 2000 por unanimidad, en primer lugar que los técnicos municipales confeccionaran un anteproyecto para valorar la cuantía de la reparación y con este instrumento resolver acertadamente lo necesario; y en segundo, manifestar al Obispado la posibilidad de cesión de la ermita de San Antonio al Ayuntamiento si éste asumía los gastos de mantenimiento y conservación del edificio.
Transcurrió el tiempo y en el año 2001 el entonces alcalde, don Antonio Fernández escribía al entonces obispo comunicándole de forma oficial el acuerdo del pleno municipal comprometiéndose a financiar el 50 % del coste de la restauración de la ermita siempre que el Obispado se comprometiera a su vez a aportar el 50 % restante, aclarando que si bien el edificio formaba parte del patrimonio de Pozoblanco, en cambio se trataba de un bien propiedad del Obispado de Córdoba y por tanto sería de su competencia el mantenimiento y conservación de ella. El alcalde señaló que la Corporación, sensibilizada con el problema planteado, estaba dispuesta a colaborar económicamente en la restauración del inmueble pero la Iglesia, a través de su Obispado, debía soportar igual parte del coste económico. No me consta contestación oficial del señor Obispo lo que no quiere decir que no la hubiera; simplemente no me consta.
En resumen, desde que comenzó el problema, se han sucedido varios alcaldes, varios obispos, varios presidentes de la cofradía y, por supuesto, varios años más, y la huella de la degradación ha aumentado para desgracia del edificio y vergüenza de todos los pozoalbenses y de quienes nos visitan.
No se trata de la muerte anunciada de un viejo inmueble motivada por una enfermedad crónica e inevitable. No. La ermita de San Antonio es un símbolo; el símbolo de un suicidio colectivo, el nuestro, infligido por inanición.
El pasado año de 2007, ante el alarmante estado de la ermita se sumaron a la reivindicación de una actuación urgente numerosas personas y colectivos, entre ellos Baética Nostra y Piedra y Cal. Hace ahora un año, por indicación del administrador de la diócesis, el señor párroco de Santa Catalina se dirigió de nuevo al Excelentísimo Ayuntamiento para denunciar que …desde hace más de diez años esta ermita de San Antonio viene siendo asediada, destrozada, pintada, sobretodo en los fines de semana por la noche, por grupos de jóvenes que se suben al tejado… En fin, lo ya conocido por todos. Pero como dice el pasaje evangélico, el que esté libre de pecado en este asunto que tire no la primera sino la enésima piedra. Total, el santo está acostumbrado a que lo apedreen.
Lo sucedido en los últimos meses está en la memoria de todos los presentes y por tanto no hace falta incidir en ello. Ojalá seamos capaces de aprender de nuestros errores y dar solución satisfactoria a este despropósito.
Mientras llegan tiempos mejores el bendito Antonio, recordando sus tiempos de emigrante, ha encontrado refugio arrimado al lienzo del muro meridional de Santa Catalina, eso sí, políticamente correcto, acompañado más que bien de cuota femenina con Santa Marta y Santa Bárbara, y en espera del regreso a su viejo y añorado hogar.
Voy a concluir esta exposición histórica con unas palabras escritas hace unas décadas por un autor pozoalbense, que fue alcalde y cronista oficial de la ciudad, a través de las cuales, con el estilo sencillo pero atractivo que le caracterizaba, se refiere a ésta y a otras ermitas de la localidad. Y quiero advertir expresamente que no pretendo con ellas añadir a la disertación un toque de sarcasmo, sino de cariño a lo que fueron y deben continuar siendo estos edificios. Decía así el autor:
Se construyeron las ermitas que coronan las alturas de los cuatro puntos cardinales. San Sebastián, en lo alto del Cerro, lugar dominante; San Bartolomé, que daba vista a la dehesa y a las lomas de la Sierrezuela; San Gregorio, hacia el Oeste; y Santa Marta, graciosamente montada sobre unos riscos, desde la que se contempla la cercana villa madre que es Pedroche. El orden que siguieran no está muy claro. Cada una de ellas tiene su pequeña historia.
Y continuaba:
Santa Marta, atractiva y bien plantada. En nuestro tiempo está bien conservada y a ello contribuye la cofradía de San Antonio, una de las de mayor relieve social…
Se nos ofrece la imagen de la pequeña ermita, abierta, blanca y alegre. Le faltan árboles y flores, pero ha sido durante siglos y sigue siendo una estampa llena de luz…
Felicidades a todos los Antonios y Antonias en la víspera de su onomástica y… muchas gracias por su atención.
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